De la identidad personal a la identidad social

La identidad personal no se da en forma aislada, pues cada uno de nosotros posee una identidad social, la cual se entiende como la conciencia que cada persona tiene de si mismo en cuanto a un sentido de pertenencia dentro de un grupo, su familia, sus amigos, sus compañeros, su pareja, su congregación, su comunidad o región, su nacionalidad, EEC. Entonces, la identidad personal se integra en una identidad colectiva.

Normalmente ese sentido de pertenencia resulta satisfactorio para el individuo, es decir, el individuo desea permanecer a ese grupo, pues experimenta seguridad y bienestar emocional y porque valora esa identidad social.

Existe entonces un sentido comunitario formado por los valores compartidos y por las normas que permiten a cada uno sentirse parte de una comunidad. Esto significa que uno está dispuesto a cooperar para mantener la coexistencia social frente a los demás, y que puede acatar las normas y las exigencias necesarias al interior de la vida comunitaria. La vida comunitaria se puede desarrollar en diferentes ámbitos como:

Es evidente que la vida de cada persona interactúa en forma cotidiana y alterna en varios de esos ámbitos. Y en cada uno se experimenta la necesidad social y psicológica de ser aceptado por el núcleo.

Ocasionalmente la existencia particular de un individuo puede suscitar dificultades entre dos o más de esos ámbitos. Por ejemplo, a veces el hogar y los amigos de uno no resultan muy compatibles y las diferencias entre ambos espacios generan dificultades al individuo para mantener la coexistencia simultánea. Entre los valores colectivos que por lo regular influyen en la integridad y mejoran las condiciones de un grupo sobresalen:

– El respeto
– La libertad
– La igualdad
– La justicia
– La solidaridad

También ciertos hábitos, costumbres y tradiciones pueden favorecer en forma decisiva la existencia comunitaria. Pero el conjunto de valores colectivos, costumbres y tradiciones que condicionan la vida social influyen en la gorma de pensar de un individuo; constituyen parte de su forma de ser y de pensar.

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el término tradición como la transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación, así como la noticia de un hecho antiguo transmitida de este modo y la doctrina o costumbre conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos. Al vocablo costumbre lo define como un hábito, un modo habitual de obrar o proceder establecido por tradiciones por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a adquirir fuerza de precepto; también como el conjunto de cualidades o inclinaciones y usos que forman el carácter distintivo de una persona o nación.

En sentido más amplio, la identidad nacional está conformada por las tradiciones y costumbres colectivas en torno a un ideal de nacionalidad compartida, y por la manera en que las instituciones sociales y políticas fomentan la integración de todos en torno a dicho ideal, asociado con preceptos como el bien común, la convivencia democrática, etc.

En la búsqueda de una identidad nacional en el transcurso del tiempo, múltiples generaciones han experimentado la necesidad de vivir en un país libre en el cual las leyes garanticen los derechos civiles, y han participado en forma individual o colectiva en un proceso de construcción de los ámbitos sociales, políticos y culturales de esta nación.

Para muchas personas de la era actual, la igualdad, la justicia social, la participación democrática, la libertad y la pluralidad, representan el sentido de la identidad nacional, aunque muchas veces no ven que esas expectativas se reflejen en la realidad. En este sentido, la participación civil se convierte en un importantísimo componente en la construcción de la identidad nacional. Al participar en la búsqueda de soluciones comunes, asumimos de manera participativa y propositiva que poseemos la capacidad para resolver nuestros problemas, porque somos responsables y no victimas de las circunstancias sociales, políticas e históricas.

Asimismo, es normal que los valores, los hábitos, las costumbres y tradiciones con los cuales crecemos y que se practican en un ámbito como el hogar o la congregación religiosa, nos parezcan naturales y universales. Es decir, fácilmente pensamos que todos los espacios sociales y todas las personas en todas las épocas de la historia y en todas civilizaciones Se rigen por las mismas normas, los mismos roles, los mismos valores y costumbres.

Es necesario, pues, comprender que entre los individuos de una misma comunidad o de distintas comunidades diferentes y muy variadas formas de ser y pensar. Muchas veces esas diferencias son manifestación de la libertad que cada uno posee en cuanto ser humano.