Tectónica

La corteza terrestre, y con ella los relieves del suelo y, en  general, las masas continentales, que siempre han sido tomados por el hombre como prototipos de elementos estables, en oposición a los océanos y a la atmósfera o elementos móviles, no pueden tampoco considerarse como tales.

Los estudios geológicos han podido comprobar que, lejos de permanecer estáticos, aquéllos están sujetos a profundos desequilibrios, a casi continuas oscilaciones, que hacen insostenible el concepto de estabilidad que pueda adquirir el hombre en su fugaz visión de una montaña.

El criterio vitalista

Según el criterio la corteza terrestre sólo es una especie de “piel muerta de la Tierra” debajo de la cual la materia se mantiene en continua actividad.

Actividad lenta si se quiere medir con las unidades cronológicas establecidas por el hombre.

La evolución de las rocas

Los movimientos de la corteza terrestre quedan registrados de manera indeleble sobre los materiales que la integran. Una misma roca sedimentaria no conserva siempre los cárteres físicos  congénitos.

Por el contrario, sufre una larga evolución que comienza en la cuenca de sedimentación y termina cuando forma parte de un bloque continental o de un zócalo de cuenca.

A través de  este proceso va aumentando poco a poco en compacidad y rigidez y perdiendo su plasticidad original. Después de depositadas, las rocas sedimentarias son fundamentalmente plásticas, pus los elementos que las integran, minerales u orgánicos, están poco comprimidos, ya que sólo soportan el peso de las capas suprayacentes.

Pero cuando estas rocas son sometidas a presiones orogénicas, sufren elevadas compresiones, que aumentan su compacidad y rigidez. De esta manera las rocas muy antiguas que han pasado por varias orogénesis, están en extremo endurecidas y consolidadas, ayudando a este fenómeno el metamorfismo, los esfuerzos lentos de la corteza y sobre todo, las inyecciones de rocas eruptivas, que son siempre elementos rígidos.